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jueves, 5 de julio de 2012

Critica para Cosmopolis - Jose Luis Muñoz



Si hay un cineasta en perpetúa evolución y que se reinvente en cada una de sus películas a si mismo, ése esDavid Cronenberg, y lo hace el director de La zona muerta o La mosca sin traicionar ninguno de sus personales y perturbadores principios formales y de fondo que le han guiado a lo largo de su abultada e irregular cinematografía en progresión ascendente. El canadiense, obsesionado por la biología del cuerpo humano, (sus humores, músculos, huesos, toda su material perecedero), ha hecho un coherente itinerario desde la serie Z, que no B, de sus primeras obras a películas como Promesas del Este, extraordinaria muestra del mejor cine negro que pueda hacerse, Una mente peligrosa, dando su peculiar versión del duelo Jung/Freud en los inicios del psicoanálisis siguiendo los cánones de un film de época, o en esta Cosmópolis, profética novela de Don DeLillo que Cronenberg convierte en una fascinante e hipnótica película de rabiosa actualidad: el hundimiento del capitalismo a través del itinerario que hace uno de sus cachorros por la ciudad de Nueva York.
El ejecutivo Eric Packer (un brillante Robert Pattinson, el vampiro de Crepúsculo, presente en todos y cada uno de los planos de la película), joven de veintiocho años contrito por no poder comprender la deriva del yuan, decide ir a cortarse el pelo al otro extremo de la ciudad, a pesar de ser advertido de que un gigantesco colapso paralizará el centro de la isla de Manhattan por la visita del presidente de los Estados Unidos y que alguien quiere atentar contra su vida, y para ello desciende por la calle 47 de la Gran Manzana en una enorme limusina blanca escoltado por su guardaespaldas balcánico Torval (Kevin Durand), que le va informando de todas las incidencias. Por el camino hablará con su esposa Elise Shifrin (Sarah Gadon), tan acaudalada como lo es él y con la que mantiene una relación distante; tendrá relaciones sexuales en el asiento de su coche/oficina con Didi Fancher (Juliette Binoche); departirá con Vija Kinsky (Samantha Morton), una antigua amante adicta al footing; intercambiará impresiones sobre la seguridad de sus sistemas con el joven informático Shiner (Jay Baruchel); experimentará un tacto rectal por su médico que le informará de su próstata asimétrica; recibirá el impacto de una tarta lanzada por el experto en esas lides André Petrescu (Mathieu Amalric), que lo natará; sufrirá el ataque de un grupo de indignados manifestantes anarquistas que reivindican la rata como unidad monetaria y le dejarán el coche hecho un asco; se cortará el pelo en la peluquería de su infancia y se enfrentará a su destino en la guarida de Benno Levin (Paul Giamatti), un exempleado de su empresa que quedó descolocado al no predecir la evolución del bath como a él le ha sucedido con el yuan.
Cosmopolis, road movie urbana y vital, es una inspirada fábula sobre la decadencia y muerte del capitalismo por culpa de sus vampiros financieros insaciables de dinero (la elección de Robert Pattinson, después de queColin Firth fuera desechado por problemas de agenda, quizá no sea casual y forme parte de un juego, porque Cosmopolis es también una película de vampiros). Film decididamente claustrofóbico (el noventa por ciento de las secuencias transcurren en esa limusina blanca, que es el hábitat del ejecutivo Eric Parker, y por sus ventanillas pasa la vida exterior como una película en una sala de proyección), con alguna que otra autoparodia (el asesinato en un directo televisado de un entrevistado, apuñalado en el ojo) y diálogos realmente brillantes y ocurrentes, casi todos los que DeLillo incluyó en su novela y que respeta el realizador canadiense. Y todo ello adobado con un extraño humor negro y cierta incontinencia verbal de los actores.
Cronenberg, especialista en descomposiciones y transformaciones físicas, nos embarca en esa limusina que desciende la calle 47 y va de las cercanías de Wall Street a lo más pobre de la Gran Manzana, como si fuera la lancha que asciende el Mekong en la enloquecida Apocalipse now, y por el camino Eric Paker se va desprendiendo de la corbata, la chaqueta, se descamisa, se desembaraza de su guardaespaldas y busca su destino en el territorio de su infancia (la peluquería a la que acude para cortarse el pelo) al que vuelve en ese itinerario del triunfo al fracaso.
Cien por cien cine Cronenberg esta adaptación del titulo homónimo de DeLillo, cuyo guion escribió el propio director, y eso quiere decir inquietud, sordidez, personajes alambicados, ambiente malsano y poso interior en el espectador después de que se enciendan las luces. Cosmopolis, como toda la filmografía de este fascinante cineasta canadiense, muestra una descomposición, la de un sistema harto y agotado incapaz ya de dar respuestas, y gira alrededor del horror social que nos envuelve en este preciso momento, aquí y ahora.
Jose Luis Muñoz- Crítica 


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