Y llegó la película más esperada del Festival de Cannes 2012. ‘Cosmópolis’, del consagrado director canadiense David Cronenberg y basada en la novela del muy interesante escritor estadounidense Don de Lillo, se tomó la penúltima jornada de competencia con una propuesta estéticamente impecable y una visión lúcida y de la sociedad globalizada del siglo XXI.
Fascinante, fría, lúcida, distanciada, sin concesiones, conectada a fondo con la realidad global contemporánea. Así es ‘Cosmópolis’, el nuevo filme de David Cronenberg, que por fin hoy tuvo su estreno mundial en Cannes y que trajo al Festival al astro juvenil de Hollywood y vampírico protagonista de la saga ‘Crepúsculo’, el actor Robert Pattinson.
A bordo de su ultra equipada limusina blanca, Eric Parker (Robert Pattinson) recorre las avenidas de una gran urbe muy similar a Nueva York.
Su objetivo es tan cotidiano como trivial: quiere cortarse el pelo con su peluquero favorito, que vive al otro lado de la ciudad.
El punto es que Parker no es un ciudadano común y corriente en absoluto. Millonario a los 28 años, tiene todo lo que el dinero puede comprar (incluido un avión de guerra soviético) y juega a la especulación con el yuan (la moneda china) durante día y noche.
El viaje hacia la peluquería, sin embargo, no será fluido. Hay atascos de autos por todas partes, porque el presidente de los Estados Unidos está de visita en la ciudad y, además, un importante cantante de hip hop ha muerto, y por los calles va pasando su masivo funeral.
A un kilómetro por hora, Parker recibe en los asientos de cuero de su limusina blindada e insonorizada a diversos personajes. Es como si el vehículo fuera su oficina, su casa y su identidad personal, y por ahí pasan mujeres con las que tiene sexo casual (Juliette Binoche), una analista de reflexiona sobre los conceptos de capitalismo y destrucción con un texto brillante (Emily T), un rapero amigo del músico difunto. En el camino, esta limusina que parece avión privado se topa con una manifestación anticapitalista, y con un activista (un genial Matthew Amalric) que lanza tortas de crema a los líderes del sistema político y económico.
En un momento, Parker cita un poema en el que se profetiza que un día, la gran divisa que se usará en los negocios serán las ratas. Según comentó David Cronenberg, ‘Occupy Wall Street ocurría al mismo tiempo que filmábamos la película, así que parecía que estábamos haciendo un documental. Yo sentía que eso era extraño, inesperado; ciertamente no tengo la respuesta hacia donde va todo esto’.
Cronenberg se interroga sobe el devenir de la sociedad, sobre el poder de unos pocos para decidir los destinos financieros de la humanidad y él mismo se pone a prueba, en el plano artístico, en cada película.
En ‘Cosmópolis’, el autor canadiense hace mas radical su camino hacia la abstracción, hacia el mayor despojamiento posible de la puesta en escena para centrar casi toda la atención en los cuerpos de sus actores y las palabras que pronuncian (Robert Pattinson y el gran Paul Giamatti protagonizan una intensa conversación que dura 22 minutos), llCronenberg decía hoy en la conferencia de prensa que ‘la esencia del cine es un rostro humano que habla’ y ‘Cosmopolis’ es fiel a esa premisa de punta a cabo.
Es un filme de escasa acción física y de bastante texto, dicho por los actores de manera lineal, con poca expresión, recurso que sirve para mantener distanciado al espectador. Aquí Pattinson responde bien el desafío, con una mezcla de impasibilidad ajena a todo sufrimiento humano y, al mismo tiempo, con una carga de vulnerabilidad que remite (como es habitual en Cronenberg) a interpretaciones psicoanalíticas.
Respecto a la conexión con su trabajo previo, Cronenberg dice que ‘No pienso en mis películas anteriores. Me concentro completamente en la película que estoy haciendo y no en lo que hice antes. Por cierto veo conexiones, pero eso no me ayuda a trabajar mejor en esta película’.
Tales conexiones existen, y ligan a ‘Cosmópolis’ con ‘Existenz’, ‘Crash’ y ‘Festín desnudo’ en lo abstracto, pero con menos carga de erotismo y delirio. En ‘Cosmópolis’, la inquietud de Cronenberg parece ser ¿qué nos queda de humanos en este mundo aséptico creado por la tecnología, que nos lleva todavía a diferenciarnos como seres humanos? Las respuestas parecen situarse en el sexo, en ciertos afectos muy precisos y, veladamente, en un secreto afán de autodestrucción.
Tan fascinante en todo nivel (los títulos iniciales tributan a Pollock y los finales, a Rothko; gran banda sonora de Howard Shore y magnífica fotografía de Peter Suschitzky) como difícil de aprehender por completo en una sola visión, ‘Cosmópolis’ es un filme fascinante en cada instante y exigente en cada diálogo, como sólo pueden serlo las películas de los artistas de verdad.
Fuente @renenaranjo
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