Cap. 1.
Corría finales de mayo, acaso esa mañana era diferente o
igual a la de ayer, no, por que ayer hizo pie de manzana o ¿fue antes de ayer?
que importancia tenía, sus días se habían convertido tan parecidos unos con
otros, que perder la noción del tiempo era más frecuente que nunca. Por fin
había hallado la paz que buscó durante tanto tiempo. Tenía al fin un lugar
donde poder volver a ser ella misma, sin nadie observándola, sin nadie
juzgándola, sin nadie jalándola para un lado y para otro, sin preocuparse de la
tendencia de moda, sin llamadas telefónicas desgastantes, sin correos, sin todo
aquel bullicio ensordecedor, sin citas sin marcas en el calendario, sin
mensajes hirientes, sin esas peleas interminables y gritos ahogándose en el
vientre, sin el dolor de ver el ocaso de su amor, sin madrugadas en vela
esperando un mensaje, una llamada, sin sentir ansiedad por su ausencia,
sin comentarios de amigos, sin revistas, sin internet, sin él.
La pareja de ancianos que vivían con ella
eran más que amables, no encajaban en estos tiempos modernos de tecnología y
aparatos electrónicos, eran más bien de costumbres caseras y hábitos antiguos,
hornear pan, cultivar el huerto, criar animales, era algo tan inusual que
parecían extraídos de una película y o de algún relato de Jane Austen, estaba
vez, había recuperado su tan esperada sencillez. Estaba convencida que si tenía
que pasar el resto de su vida alejada del mundo este era el lugar perfecto.
No había desaparecido el glamur y la fama, había
sido remplazada por aquella sensación de libertad y placer de andar por la
calle. Pero esa pequeña libertad pendía de un hilo. Tenía mucho cuidado de con
quien hablaba y de que hablaba, la gente del pueblo había resultado bastante
rustica y eso favorecía sus planes de quedarse. Pero no por eso podía descuidarse,
nunca sabes con quien puedes encontrarte por la calle y por eso siempre
guardaba el perfil bajo para no levantar ninguna sospecha.
Ella sabía que su recuerdo no la abandonaría jamás,
ya había aceptado la idea de vivir con eso, no quería luchar más contra sus
sentimientos, sabía que lo amaba y que hiciera lo que hiciera, no podría
cambiar el hecho que su vida estaría ligada a la de él por el resto por siempre.
Lo amaba con la misma intensidad del día en que se conocieron, su amor no había
disminuido en absoluto, por el contrario, se hizo más fuerte. Después del
escándalo nunca nada volvió a ser como antes.
Nunca quiso lastimarlo, nunca le pasó por la mente
dejarlo, abandonarlo o mucho menos cambiarlo por alguien más, a quien se le
hubiera ocurrido, teniendo lo que ellos tenían, el amor flotaba en los ojos de
él cuando la veía, y ella no tenía ojos para nadie más. Al menos eso era lo que
todos creíamos.
Pero así pasa cuando sucede, así se burla el destino
cuando crees que eres el centro del universo y que el mundo te pertenece. Te
pega donde más duele.
Estuvo casi todo el verano recluida mudándose de
escondite, saltando de casa en casa, analizándose y pensando, ¿por qué lo
hice?, la pregunta que sonó en su cabeza día con día, la tortura de ver toda su
vida desmoronarse frente a sus ojos y tener las manos atadas para evitarlo. El
querer gritar a todos su verdad, y la verdad sólo lastimaba a la persona que
más amaba en el mundo, eso la destruyó por completo. Y dejar que hablaran,
dejar que todos juzguen, sin defensa, sin nadie a su favor, no tenía sentido
luchar contra esa masa, que devoraba los tabloides a la espera de una foto o
una declaración suya, el mundo esperaba verla llorando y arrastrándose por
el suelo, ella tenía que pagar el precio, estaba dispuesta hacerlo. No tenía
fuerzas ni argumentos para defenderse, así que hizo lo que mejor sabe hacer,
guardar silencio, ocultarse de la prensa, de los fans, de todo.
No le quedaba nada, su razón de vivir había
desaparecido, un día era una diva, el ídolo de jovencitas, la más famosa de la
pantalla grande y al día siguiente era la escoria que repudian los perros.
Sentía que debía pagar la factura por su error, un error que la puso bajo una
lupa, el escrutinio público, programas enteros y reportajes de todo calibre
analizaron su conducta, expusieron los hechos, el tema de las noticias no era
otro, las portadas de cuanto diario circulaba por esos días mostraban su
desliz, su impúdica doble moral y falta de pudor, eso que había bajo su fachada
de mujer enamorada con cara de ángel. Mujer ¿cual mujer? ¿cual criterio? apenas
estaba aprendiendo a ser adulta, tenía el mundo a sus pies y la inexperiencia
de la juventud imprudente, que quiere jugar a ser grande, a ser mala, porque
está harta de que el mundo y sus seguidoras la crea tan perfecta, quería
probarse a ella misma que si puede ser mala, y el sabor del pecado es una
tentación muy fuerte, todos lo sabemos, ¿por qué no?... el poder, la fama, la
soberbia puede embriagar a cualquiera, aquí está la verdad, y no es ningún
misterio, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, lección aprendida con
lagrimas y dolor. ¿A caso importa quien tuvo la culpa? ¿A caso importa con
quien fue y como fue? ¿A caso importa si solo tenía 22 años y aquel fulano era
un hombre con cierto poder en el medio, casado y que le doblaba la edad? Pues
sí, ella había convertido a la irreverencia en el sello de su personalidad y
ahora no tenía nada más que decir.
Rob estaba de viaje por Nueva York promocionando su
última película, sabía que tenían problemas ¿Qué pareja nos los tiene hoy en
día? sabía que no podía controlar su vida, la confianza estaba ahí, pero no era
suficiente, y es que los dos siempre fueron muy celosos, ella con él, y él con
ella mucho más. Nunca pensó que la mujer a quien amaba tanto y con quien
pretendía casarse, pudiera hacerle algo así. Acaso era una broma del destino.
Enfrentar todos los sentimientos que invadían su cabeza, su sangre, su alma era
como beber un coctel de decepción mesclado con rabia, ira y celos. Su novia
estaba en la portada infame de esa revista y fue entonces que se lo consumió la
vergüenza y la humillación. Primero le exigió una explicación, luego rechazó
cualquier tipo de disculpa. De pronto el dolor se albergó en su corazón sin
dejar espacio para el perdón.
Sumido en la desesperación y el desconsuelo ahogo todos
sus sentimientos en alcohol, en bares, con amigos, pero cuando llegaba la
noche la soledad daba paso a la especulación y no lo dejaba dormir, comer o
reír, solo podía pensar en la infamia de aquel engaño. Con el pasar de los
días, las semanas, los meses fue reconstruyendo los pedazos de su vida y es que
debía continuar con su carrera, tenía compromisos que no podía seguir
eludiendo, la promoción de sus películas, a veces se presentaba en uno que otro
programa, siempre guardando su vida personal muy en privado y eso era muy
determinante para él. Tenía entonces la absurda tarea de revisar la internet en
busca de noticias sobre ellos, rascar la costra de una herida que se negaba a
cerrar, era doloroso, aún así dedicaba varias horas al día, estoqueando paginas
y viendo como los paparazis la acechaban cada vez que salía a la calle, como
los fans y las revistas comentaban y opinaban de su conducta, se burlaban, la
destruían, la insultaban y la juzgaban de manera cruel, mientras que a él lo
defendían o lo compadecían, o le inventaban nuevos romances; nada de eso lo
hacía sentir mejor, llegó un punto en el que el odio y la rabia se comenzaban a
diluir, para dar paso a la compasión y quien sabe quizá al perdón, incluso por
instantes le asustaba pensar que algo malo pudiera pasarle a su chica.
Lo único cierto, era que ni él, ni ella ni nadie sabían
cómo terminaría todo esto.
Para entonces, ya nada le importaba, ella sólo
sabía que lo había perdido, y lo había perdido todo, para siempre, sin opción a
replica ni oportunidad de defensa. ¿Cómo podía pedir perdón si ella misma no se
perdonaba? ¿Explicar que lo hizo para alimentar su ego y que pudo haber sido
con ese o cualquier otro fulano? ¿Decir al mundo entero que se dejo tocar y
besar por un tipo por el que nunca sintió nada? ¿Cómo pretender explicar que
sentirse deseada la hacía sentir importante y atractiva? ¿Cómo defenderse diciendo
que era un juego inmoral pero seductoramente prohibido, para ella? ella a quien
nunca le prohibieron nada. No había disculpa para eso, no tenía lugar a perdón
o indulgencia, ni si quiera a pedir asilo. Construir una cárcel y recluirse en
ella fue todo lo que se le ocurrió.
Y así estaba por aquella época, ocultándose en casa de un
productor amigo suyo, cuando después de la noche más oscura llegó la mañana, la
sorprendió el amanecer con las manos frías y el corazón helado y seco porque ya
no quedaban más lágrimas. Amaneció queriendo escribirle un mensaje y sin
encontrar una sola palabra que trasmitiera la profunda pena que la atravesaba,
sin poder extraer una frase coherente con la realidad, que dijese lo mucho que
lo sentía y lo mucho que lo amaba. Era más que imposible, hablar con él,
pedirle perdón, suplicar por una oportunidad, era impensable, él no quería
saber nada de ella. Solo quedaba esperar, y eso hizo, espero por lo que
parecían ser meses y hubiese esperado más, hasta que el momento menos pensado
llegó, llevaba semanas mandándole mensajes largos, cortos, de saludo, de buenos
deseos, de amor, de dolor, todos sin respuesta alguna, encontrar las palabras
que la llevarán a él otra vez era una utopía, hasta que sucedió lo inesperado,
él contesto. Para mediados de septiembre ya mantenían conversaciones de texto
más fluidas, pero lo que realmente la ilusionaba y la dejaba en el limbo eran
las llamadas telefónicas. Poder oír otra vez su voz y sus largos silencios,
poder imaginarlo al otro lado del auricular, era más de lo que podía pedir en
esos días. Y es que él, él jamás pudo odiarla y ella en el fondo lo sabía.
Cap. 2.
Tenía sed de verlo, tanta que le oprimía el estomago sólo
pensar en tocarlo le daba vértigo. Estaba sumida en la oscuridad y nadie más
que él podía llevarla hacia la luz, planear ese encuentro sería una tarea
titánica si se trataba de pasar desapercibidos, verse a solas sin que nadie los
vea, sin espías siguiéndolos, demasiados obstáculos, era poco menos que
imposible. Pero ahí van, rumbo a su primer encuentro luego de tan tortuosa
tormenta. Un amigo en común dueño de un restaurante exclusivo les acomodó una
mesa apartada, lejos de la gente, muy cerca a la terraza y a unos pasos de la
puerta falsa de la cocina, fue por ahí por donde entraron, se ubicaron
calladamente, él le alejó la silla para que ella pudiera sentarse y el silencio
los abordó, romperlo no sería fácil, levantar la mirada lo sería menos, pero
ahí estaban, uno frente al otro por primera vez, ese encuentro el L.A. sería
definitivo, pero no querían pensar en el futuro, ninguno de los dos sabía que
esperar del otro, las expectativas eran tan grandes, la suerte estaba echada.
Un camarero rompió la tensión, les ofreció la carta
y preguntó si querían algo de beber antes de cenar, un Apple Martin y una
cerveza, dijo el sin el menor titubeo, ella esbozó una tímida sonrisa, él hizo
una mueca muy similar, fue el primer intercambio de miradas cómplices que
tuvieron, de muchas otras. Nada de lo que sucedió aquella noche predecía lo que
pasaría. El tenía en mente una velada muy diferente, la pregunta más latente
era “¿Por qué?”¿Si me tenias, que necesidad había? ¿Cuánto tiempo me tomaste
por estúpido? ¿Donde tenías la cabeza? ¿Pensaste que podías salirte con
la tuya? ¿Pensaste que no me enteraría? ¿Lo amas? ¿Te acostaste con él? El speech
que tenía preparado se borro de su memoria, de pronto la rabia que había
cultivado en la garganta durante tanto tiempo se diluyó, la busco y no podía
encontrarla; y es que verla ahí, sus manos temblorosas, con los dedos
entrelazados, chasqueando el pie y sujetándose el anillo que él le regaló y que
ella llevaba en la derecha; torciendo sus labios de esa manera que lo
desquiciaba, eso era todo lo que él veía en ese momento, una chica torpe,
perturbada pero preciosa y más vulnerable que nunca. Maldición, ¿acaso era
verdad que estaba arrepentida, que solo fue un afer sin importancia, que nunca
fue nada serio, que se dejo llevar por ese lado oscuro que todos tenemos
dentro? ¿Acaso se dio cuenta que no puede vivir sin mi? ¿En qué momento
se jodió esta relación? ¿Tenía valor para volver con ella, de dar paso a una
reconciliación? ¿Había esperanza todavía? ¿Había posibilidad para nosotros dos?
somos jóvenes ¿podía esto servir para corregir los errores del pasado? ¿Para
hacernos más fuertes? ¿A quién más le importa todo esto? Sólo a los dos. ¿Aún
queda algo por que luchar? ¿Y si luego me arrepiento por no intentarlo? ¡Basta!
debo dejar de pensar.
Ella tomo un sorbo de su copa, respiro hondo, luego
levanto la mirada y con la voz ronca tratando de contener la emoción le susurró
lentamente… “¿Qué tengo que hacer… para que me perdones?” Fue un balazo
para él, esa era la frase que faltaba en sus mensajes, la oración ausente de
sus cartas, esas palabras que nunca tuvo la oportunidad de pronunciar, y es que
espero tenerlo frente a ella para decírselas, y él calló. El silencio para
entonces se volvió eterno. Ella no volvería a insistir, el silencio era mil
veces mejor que estropear la velada con suplicas que ya no vienen al caso. El
solo siguió observándola, la miraba con hambre de besarla, con esas ansias de
poseerla, con el deseo que pensó nunca volver a sentir. Tragó saliva, el amargo
en su boca no permitía decirle todo lo que sentía, por un momento titubeo, hizo
un ademan con los labios, iba a decir algo, ella levanto las cejas esperando la
respuesta que se ahogó en el silencio y no dijo nada. Sintió las ganas absurdas
de salir corriendo del salón, atravesar la cocina y huir a toda prisa a un
hotel, arrastrándola por el brazo solo para llegar al pasillo y poder
arrinconarla contra la pared, dejarse llevar por el enorme deseo de arrancarle
la ropa y hacerle el amor de una vez por todas, decirle que sí, que también la
extraña y que tampoco puede vivir sin ella. Pero no lo hizo.
Cuando él la tomo de la mano, ella ya no tenía más
fuerzas, contener esas malditas lagrimas era lo único que quería, pero éstas
caían sin control, no era justo ponerse a llorar, ella siempre decía que era un
método muy barato, lloriquear es muy fácil pensaba, y por primera vez
entendió que era un gesto totalmente genuino y él también pudo sentirlo. Así
transcurrieron los minutos, que parecieron horas, ella sólo lo escucho decir
“vámonos de aquí”.
En el auto ninguno pronunció palabra alguna, el manejó
sin rumbo por un buen rato, ella aun se sujetaba de su mano, condujo hasta
aquel rancho que usaba como residencia temporal, él bajo primero para abrirle
la puerta del auto, ella lo seguía con la mirada. De todas las manías que
él tenía la que a ella más le gustaba era su forma de encender sus cigarrillos,
ella esperaba que lo hiciera, no tenía duda que lo haría, pero cuando ella bajó
del coche, él cerró la puerta y la acorraló con sus manos ¿en qué momento
la empujo contra el auto y comenzó a besarla? no lo recuerda, perdió la noción
del espacio, del lugar, del tiempo… ¿cómo es que aparecieron en el lumbral de
la habitación? no importaba. Ella tenía los brazos enlazados a su cuello,
estaba ahí, con él, sintiendo ese fuego, como la primera vez, el deseo era tan
grande que mareaba y nublaba sus sentidos, no estaba segura si lo que él sentía
era amor, pero lo que haya sido lo había llevado hasta sus brazos y eso es lo
que había deseado desde aquel día. El golpe de su espalda contra la pared fue
un tanto brusco, él no quería lastimarla así que trato de disminuir la
intensidad de sus besos, pero ella había notado lo excitado que él estaba, y le
pidió que no se detenga, eso hizo que él se excitara mucho más, de pronto la
desvistió, la levantó del suelo y la estrelló en la cama, ella lo desnudó
casi con el mismo apuro y con cada beso le decía te amo, te amo, una y otra
vez… y así se devoraron toda la noche, con las manos, con la piel, con los
ojos, con la boca, hasta quedar exhaustos, tan entrelazados entre sí, que la
pierna de ella se volvía el brazo de él y su cuello estaba fundido a la cara de
ella, las respiraciones fueron calmándose sus latidos descendieron a ritmo
normal, hasta quedarse dormidos.
El ruido de la ducha la despertó, la luz apenas se colaba
entre las persianas las abrió y corrió las cortinas para dejar entrar la
mañana. El lugar tenía una vista hermosa, la brisa refrescaba su cara y su
alma, levantó la camisa del suelo y la aspiro profundamente para sentir su
olor, se abrazo a aquel pedazo de tela como queriendo revivir los besos de la
noche anterior, para entonces el agua había dejado de correr y ella rápidamente
se puso la camisa que obviamente le quedaba más grande. Apareció con una toalla
sujetada a su cintura, y otra rastreando su pelo, la saludo con la mirada,
acariciándole el mentón sin pronunciar palabras, buenos días amor dijo ella con
una sonrisa en tono dulce algo desafinada, él se cambio dándole la espalda y
mientras lo hacía ella lo observaba y pensaba en algo oportuno que decir; él
apretaba los dientes porque era obvio para él que lo de anoche no debió pasar
así y echarse para atrás a estas alturas no era de hombres.
- - ¿Tienes hambre? Dijo en tono lineal
y sin ninguna fluidez de emoción.
- - Un poco. Contesto ella en el mismo
tono.
Un café amargo y un par de tostadas en la cocina
parecían haber retrocedido el tiempo por un instante – Eres maravilloso… dijo
ella a manera de caricia. Él no tuvo el valor para detenerla, se dejo besar y
abrió los labios correspondiendo aquel beso, pero lo que quería decirle
rompería toda la ilusión de ese momento, quiso hacerlo de otra manera, aunque
sonó igual de frío.
- - Tengo cosas que hacer, vamos te
llevo a tu casa… dijo soltando su cintura y dejando caer sus manos a los
costados.
- - Sí, claro… contestó ella.
Mientras se cambiaba y se quitaba la camisa, la nostalgia
se iba apoderando lentamente de ella hasta convertirse en una suave agonía, lo
sabía, no tenía que ser muy lista para darse cuenta de lo que pasaba, se le
notaba en la cara, en sus ojos y en el gesto de su boca cuando habló, no
necesitaba leerle la mente, sabía que estaba arrepentido, y más aún, casi
sentía lo mismo que él… esto debió pasar de otra manera, no así.
Cap. 3.
Pasó el tiempo, los mensajes de texto ya no eran
suficientes, no hablaban por teléfono hacía días, Kris necesitaba hacer algo
para no perder lo poco que tenía, se le agotaban las ideas. Y esta vez fue él
quien llamó, ella respiro un par de veces antes de contestar, estaba realmente
emocionada…
- -Hola! (dijo ella sin contener su
emoción)
- -Hi, como estas
- -¿Aquí bien, y tú?
- -Como están Bernie y Bear
- -Muy bien… extrañándote… igual que yo
- -¿Puedo ir a verlos?
- -Claro cuando quieras, aquí te espero
No estaba segura todavía de lo que pensaba, era la
primera vez que veía su número timbrando en la pantalla de su celular, no sabía
cómo digerir esa llamada, corrió a ponerse presentable, aún tenía el cabello
húmedo sujetado a su nuca, no había mucho que hacer con su apariencia, era lo
que ella siempre decía.
Ponerse ansiosa no era una opción, solo esperar. Al
caer la tarde, cuando ya creía que él no vendría apareció en su auto, ella
estaba en la cocina sirviéndose agua con limón, los primeros en salir fueron
los perros, él los acariciaba con rigor y les sonreía con todos sus dientes,
ella lo observaba desde la ventana, sin moverse, sin respirar, verlo otra vez
no podía ser casualidad, definitivamente tenía que ser el destino, él estaba
ahí y ella también.
Se levantó sacudiéndose y palmeando sus manos, la
saludó de lejos, sonriendo con la mitad de la boca, ella sujetaba su vaso y
correspondió el saludo mientras le daba un sorbo a su limonada, los perros
seguían olfateándolo y dándole vueltas como queriendo más cariño, el avanzó en
dirección a ella, pero solo para pasar de largo hasta el lavamanos, ella
retrocedió un par de pasos y le ofreció algo de comer.
- Hice tortillas, esas que te gustan ¿deseas?...
– Bueno; acepto él sin ningún titubeo.
Parecería que todo estaba bien entre los dos, parecía una
tarde cualquiera, como las de antes, ella en la estufa calentando las
tortillas, él en cuclillas jugueteando con los perros, jalando el gato de hule
que tenía Bear en el hocico, no podía dejar de mirarle las piernas a Kris con
el rabillo del ojo.
– A ver, pruébalas… le dijo poniendo el plato en el mesón
de mármol, él sonrió mientras se levantaba y volvía a lavarse las manos.
– Se las comió lentamente y le contesto…están buenas,
como siempre
– ¿Si, verdad? estas otras son de pollo con queso…
¿limonada?
Era una escena tan cotidiana, tan intima, tan sencilla,
¿porque tenía que ser tan complicado aceptarla otra vez? Los complejos y
los prejuicios eran suficientemente fuertes para alejarse de la mujer que lo
hacía feliz, ¿valía la pena?... se lo preguntaba mientras estaba ahí,
sentado cenando con ella, tratando de comer lo más lento posible, para así el
momento dure un poco más.
Hacía rato que había terminado de comer, sus dedos dibujaban
sobre las migas del plato haciendo círculos, sin ya más nada se levanto del
banco y fue ahí donde ella tomo esa bocanada de valor que hacía falta le sujeto
su mano con casi nada de fuerza se lo pidió en tono suave casi de suplica
– No te vayas…quédate.
¿Que tenía que pasar para que se decidiera? ¿Que
esperaba? Nada. Ya no había más obstáculos en el camino. ¿Por qué no? Al fin y
al cabo es mi vida, pensó… así empezó la reconstrucción de una relación hecha pedazos,
es que era innegable la atracción que uno ejercía en el otro, se atraían como
la tierra a la luna, si, dos imanes es lo que eran; y bueno, si faltaba
atar algunos cabos, que sea mientras están juntos.
Cuando ella se empinó para alcanzar su cuello y estiró su
cara para besarlo, él sólo tuvo que tomarla, había ido para eso y ella se lo
entregaba con el alma.
No es que la cocina sea un buen lugar para hacer el amor,
pero se presta muy bien, cuando se suman la ansiedad, las ganas, el deseo y esa
entrega que tenía el uno con el otro, las caricias, los besos… esos largos que
marean, los cortos como picoteando una mazorca de maiz, los dulces empalagados
de ternura que derriten las rodillas, así estuvieron besándose y dando tumbos
con los botones de la ropa, el cuello de la camisa y las mangas del pantalón,
no pudieron evitar reírse cuando sus dientes chocaron, y siguieron, más y
más mientras los cachorros tendidos en el piso eran testigos de las
caricias y abrazos de sus amos.
Las piernas de Kris colgaban al lado de las caderas
de Rob en un oscilar suave e intenso, él la sujetaba rodeándola con sus brazos,
acariciándole la espalda mientras la besaba con toda la boca, recorriendo su
garganta y sus pechos, de pie apoyados en una de las bancas de la mesa,
danzaban como en un baile ondulante y por ratos brutal, y es que esa era
la personalidad que los definía. Ninguno de los dos pretendía detenerse, ella
le susurraba al oído lo mucho que lo amaba y lo maravilloso que era para ella,
él disfrutaba cada palabra, la sentía suya y sentía como el placer se apoderaba
de los dos y se elevaban hasta alcanzar el cielo.
El que ella se abandonase en sus brazos y él se dejara
llevar por sus sentimientos era algo que tenía que suceder tarde o temprano, el
destino se los debía y les brindaba sin más remilgos una nueva oportunidad, el
drama se quedaba atrás pero no se iría lejos, el tema no era sencillo lo sabían
y se necesitaría mucho tiempo para que una verdadera solución resuelva sus
problemas, mientras tanto lo afrontarían juntos.
CAP. 4.
La pasaban bien, al menos eso intentaban, retomaron las
salidas con sus amistades, muchos de ellos se alegraron al ver otra vez a la
pareja, siempre andaban juntos, valoraban mucho la amistad, su grupo de amigos,
los más cercanos, esos de confianza que le brindaban su apoyo incondicional.
Empezaban a tener problemas más a menudo de lo que
pensaban, tenían que buscar la manera de aligerar la tención que se apoderaba
de ellos, siempre era ella quien lo dejaba ganar, siempre era él quien perdía
los papeles y al final terminaba echando sal a las heridas y eso no era
bueno. Nada quita lo bien que sabía la reconciliación y que el sexo fuera
fabuloso, el amor era fuerte, aunque siempre hay un límite, y éste, se
acercaba cada día más.
La explosión de noticias no se hizo esperar. Todavía no
hacían ninguna aparición juntos pero los medios ya especulaban en todas
direcciones, el cielo era el límite, si por algún lado aparecía alguna foto
clandestina, tomada por alguna fan, inmediatamente la publicaban no sin antes
adherirla a una historia fantástica. Los paparazis hacían lo que podían con sus
persecuciones implacables hasta que el tan esperado día del avant premier llegó, multitudes acamparon en plena calle para
apartar un lugar en la alfombra roja, sin importar que la temperatura
descendiera a menos 8 grados, se mantuvieron en la calle esperando por horas,
cuando descendieron de su limusina, la juventud deliraba al verlos juntos
nuevamente. Lo que muchos pensaron nunca sucedería, estaba sucediendo ante sus
ojos.
Las presentaciones públicas los dejaban exhaustos, no
hablemos de las conferencias de prensa y las entrevistas de televisión, a veces
en grupo, a veces por separado. Ellos tenían claro que el tema personal no
sería parte del espectáculo, pero los medios siempre usaban los artilugios más
rebuscados para obtener alguna declaración por parte de los
protagonistas. Las giras no tenía fin, un día en Montreal otro día
España, luego en Londres, al día siguiente en Alemania, Japón, Australia,
Toronto, Paris. Habían días que no sabían en donde estaban, ir y venir
por los aeropuertos era el pan de cada día, salir o entrar a los hoteles era
una locura, fotógrafos y fans en una sola masa de gente, era un show por sí
solo. La tención de los últimos meses, fue mayor de lo que había sido en los
tres años anteriores.
Hubieran podido superarlo, lo verdaderamente difícil evadir
el tema de su vida privada y sentimental, mantener la sonrisa en el rostro sin
mostrarse cansados o aburridos, guardar las apariencias, medir las respuestas, saber
hasta dónde contestar, librar esa tención no era nada fácil, y luego esperar
los comentarios que venían de todos lados, de los programas de espectáculos, de
modas, las criticas malas, las no tan malas, las ácidas, las crueles y las
graciosas, las burlas y las criticas serias, claro también esas.
Pero todo esto ya lo sabían, sabían a qué se exponían si
volvían a verlos juntos, todo eso lo sabían, pero era tan agobiante,
estresante, doloroso y molesto, que decidieron no seguir el juego, la mejor
decisión que podían tomar. Claro que había cosas que rebalsaban la cordura,
embarazos imaginarios, nuevas infidelidades, información falsa y ridícula.
Definitivamente, los hizo más fuertes que nunca. Cuando aprendieron que no
servía de nada huir del flash y de los paparazis, superaron gran parte de su
frustración, gran parte, no del todo.
A estas alturas, las peleas iban y venían, convirtiéndose
en un campo minado, Kris estaba demacrada y no se sentía bien, el no sabía
cuando detenerse, perdía el control con facilidad, ella terminaba pensando si
las cosas mejorarían algún día, así que decidieron ponerse un plazo, ella no
estaba de acuerdo con eso, lo aceptó pero no estaba de acuerdo, sin embargo sus
planes no se detenían, los proyectos juntos seguían su curso, la compra de la
nueva casa en Londres, no querían hacer planes de bodas y las familias tomaron
una posición de espectadores, no pretendían influenciar en sus decisiones,
cuando parecía que ya estaban mejor, la relación retrocedía desde cero, y Kris,
estaba cansada, no podía seguir esperando, debía hablar con Rob, tenía algo
importante que decirle, debían llegar a un acuerdo, pero no sabía cómo,
esperando el momento adecuado transcurrían los días y justo en el momento que
lo tenía decidido, una nueva discusión comenzaba.
Llegó a pensar que ella ya no le importaba, la forma como
él la trataba a veces, la indiferencia cuando contestaba sus mensajes, se le
hacía imposible poder hablar con él. Pero siguió esperando.
Hasta que sintió que había llegado el momento de
quiebre, no había más tiempo, ya no postergaría más la situación, tenía el
reloj corriendo en cuenta regresiva así que preparó todo lo que hacía falta
para una velada tranquila y romántica, como lo había hecho en ocasiones
anteriores, la diferencia es que esta vez era ahora o nunca, hizo la cena ella
misma, alistó la mesa, las velas, el mantel, la música, se arregló con afán,
eligió su perfume favorito y un vestido bastante sugerente, se arregló el
cabello, sabía lo mucho que a él le gustaba verla así, había prometido
llegar temprano esa tarde y tenía que hacerlo ya que al día siguiente Rob debía
estar en Nueva York al medio día. Ella le tenía lista las maletas, pero a él
siempre le gustaba echar un vistazo a última hora, así que sabía que llegaría
temprano.
Se recostó en la sala para sentir cuando él llegara, no
pensó en quedarse dormida. Cuando despertó pasada la media noche,
inmediatamente revisó su teléfono, no tenía mensajes ni una llamada perdida.
Sin dudarlo marco su número ¿que pudo haberle pasado? cuando escucho su voz se
alivió, pero cuando le dijo que estaba en el bar con sus amigos y ella noto que
estaba ebrio, se le revolvió el estomago y esta vez dejo salir su enojo.
Él no la escuchaba, parecía que había dejado abierta la llamada sólo para
molestarla, pero en realidad fue por descuido, ella siguió hablando y solo
cuando escucho el vació al otro lado de la línea se dio cuenta que él ya no
estaba oyéndola. Así que cortó y volvió a cortar y volvió a llamarlo, una y
otra vez, por supuesto que él ya no contestó más. El mensaje de voz que ella le
dejó en su celular a las 3 de la mañana se lo decía todo muy claro “no podrás
decir que no lo intente, no podré decir que no me diste la oportunidad y jamás
podré echarte la culpa de nada, te dejo para que puedas ser feliz, yo intentaré
hacer lo mismo. No me debes nada, no te debo nada. Lo que siento me lo llevo
para mí. Te deseo lo mejor. A Dios….” Y así salió de su vida una
vez más.
Cap. 5.
Era hora de pensar en ella, en hacer planes para ella, en
deshacerse de lo que no le suma, era hora de buscar nuevos sueños, voltear la
página y empezar de nuevo. No necesitaba nada más que la fuerza y ahora la
tenía, tenía toda la fuerza necesaria… Hizo maletas, unas cuantas llamadas y
dos días después tomó el avión a Wellington - Nueva Zelanda, y luego tomó la
con.exión que la llevaría a su nueva casa en Gisborne una ciudad al noreste de
Nueva Zelanda
Se asustaba de lo fácil que le había resultado
instalarse, lo difícil era no hacerse notar, y eso si que la asustaba, por eso
casi no salía de casa y ¿qué necesidad tenía? si el lugar era enorme y tan
abierto, cuando despertaba lo primero que veía eran el mar tras las montañas y el
acantilado, no se parecía en nada al lugar de donde venía, pero eso era lo que
buscaba, una nueva vida. Nueva Zelanda le parecía un buen lugar para
empezar después de todo. Desempacar sus maletas y dejar de cargar el peso
de la culpa en su espalda fue una tarea que tomaría más de tiempo.
Con mucho trabajo fue acostumbrándose a lo nuevo, llegó a
pensar que en alguna vida anterior fue la hija de unos campesinos y aunque
nunca se sintió como pez en el agua, el lugar tenía encanto y le gustaba el
placer de tranquilidad que este le brindaba. Ya no se alimentaba de angustia,
trataba de recordar el pasado sin dolor y sin llorar. Si le producía nostalgia
y pena, claro no era de piedra, los libros de autoayuda que le recomendó el
doctor la ayudaron un poco a dejar todo atrás, otro poco lo aprendió con el día
a día.
Podía estar tranquila, lentamente fue perdiendo el miedo
a salir, pero eso sí, usaba una peluca bastante absurda pero que cumplía la
función de ocultar su identidad muy bien, sumada a esas gafas enormes que
usaba, la exageración era esa pequeña nariz de silicona que había conseguido de
un estudio de maquillaje, pero sólo así sentía la seguridad suficiente para ir
por el pueblo y caminar libremente sin sentirse amenazada a ser reconocida por
alguien, claro que para esto debió pasar un par de meses, pero lo logró.
Alejada de todos, en aquella colina desde donde
podría divisar el horizonte, se sentía protegida, por aquel acantilado y la
extensa llanura que la rodea. La probabilidad de visitantes era nula, su
privacidad había adquirido un valor desconmensurable ahora, una de las cosas
más valiosas para ella. Sin personas irrumpiendo en su vida, sin estar expuesta
al escrutinio público, sin fotos ni llamadas, ni televisión, podría descansar y
hallar la paz necesaria para pensar, tenía mucho en que pensar decisiones,
decisiones que definirían su futuro, su vida. Nada sería posible si primero no
aceptaba la idea de no tenerlo más, de no formar parte de su vida sentimental.
De vez en cuando salía a respirar, paseaba por el
pueblo, tratando de no llamar la atención, con su peluca y sus lentes de
aumento, y aquel truco de maquillaje. Lo lograba con gran destreza. Poder dar
un paseo libre y sin voltear por encima del hombro, cosas tan cotidianas y
domesticas habían pasado a ser una motivación al levantarse por las mañanas.
Estaba tomando un jugo de frutas de estación, con
aquel look ridículo de bibliotecaria, jugueteando con el anillo de su mano
derecha dándole vueltas y enroscando su cabello con la otra mano, sentada en la
última mesa, observando por la ventana con la mirada perdida en árbol de ajenjo
de la vereda. Pensando… como siempre, en lo que hubiera sido, en lo que no pudo
ser, en lo que destruyó, en lo que no pudo componer, en los pedazos de alma
regados, en la profundidad de sus ojos azules, en su sonrisa de niño, pensando
en él.
En eso estaba, ensimismada sin percatarse del movimiento
a su alrededor, en una juguería en un recóndito pueblo alejado de todo, donde
la población es 4,800 habitantes, nadie podría imaginar que justo ahí, alguien
la vería, alguien la reconocería, no por su cara, no por su pelo, no por su
estatura, sino por la forma de jugueteaba con el aro al mismo tiempo que
enroscaba su cabello. Y Wein la vio, al principio extrañado, luego la observó,
hasta que no le quedo duda, cautelosamente y sin que nadie lo notara la espero
en la acera del frente y la siguió de lejos para evitar que ella se dé cuenta,
sabía que algo raro pasaba con aquella chica, se fijó en el número de matrícula
del auto, hizo algunas anotaciones en su agenda, un par de llamadas y lo
confirmó era ella, era Kristen la misma que viste y calza, ni más ni menos.
Trató de tomar las cosas con calma, sabía lo desesperado
que había estado su amigo por encontrarla y tal vez ya no estaba tan interesado
como antes, pero debía avisarle de una u otra forma, sabía que la información
que tenía era muy valiosa, tenía que calmarse para tomar una decisión, pero no
tenía idea como hacerlo, no quería equivocarse. La amistad que lo unía a Robert
era más valiosa.
Wein nunca fue un muchacho de muchos escrúpulos, estaba
forjado para ser un hombre práctico, para él no tenía sentido complicarse la
vida con nadie y por nadie. Tenía un concepto par la lealtad y otro muy
distinto para la fidelidad. Era de los chicos que si tiene la oportunidad de
divertirse simplemente la pasa bien, no se hacía problemas ni tenía
remordimientos y siempre podía dormir tranquilo por las noches. Sin dramas la
vida es más alegre, se identificaba muy bien con aquella frase.
Aun que ella no era santo de su devoción, posiblemente,
al verla así, sola, con esa mirada triste, descuidada y con esa gordura
inusual, algo sensibilizó sus sentidos e hizo que tomara la decisión correcta,
sabía que no podía tomar partido en aquella historia; aunque más de una vez sus
consejos fueron en la dirección opuesta, esta vez, tenía que hablar con Rob.
Como decirle que vio a su novia, como decirle que la vio rara, como decirle que
él tenía que cruzar el océano y venir a buscarla, como decirle que lo haga y no
haga más preguntas, explicarle que debe de hacerlo, sin dar explicaciones. Le
tomó casi toda la noche encontrar los argumentos para convencerlo, no era un
patán después de todo.
Dos días después Rob estaba abordando un vuelo directo y
sin escalas a Gisborne de muy mala gana y sin nada de entusiasmo, sólo para
cumplir una estúpida promesa hecha a su amigo.
No había tenido noticias de Kristen por casi tres meses,
desde que partió aquel día, y no obtuvo ninguna respuesta ni mensaje a sus
llamadas, anduvo perdido tratando de seguirle el rastro, la busco por todos los
lugares donde creyó que podía estar, pero luego de no tener noticias, se
resignó y ya no hizo nada por saber de ella, decidió dejar de insistir, no
tenía sentido seguir intentando salvar esa relación. Ya no era lo mismo, ya no
la veía a los ojos como antes, aunque aún brillaban las pupilas cuando se
miraban, esa complicidad que siempre compartieron se había esfumado, se fue y
nunca más volvió a ser lo que fueron. Ella había sido honesta, intentó recuperar
la felicidad que tenían, cedió en todos los sentidos, había sido la culpable de
todo y no podía ser de otra forma, pese a todo, la relación estaba condenada al
fracaso, todo lo que podían hacer lo hicieron, terapias, consejos, y ni así.
Pero si algo había de cierto era que nunca lograría
odiarla, menos olvidarla, era un sentimiento más fuerte que él. Se insultaba a
sí mismo, por un lado tenía el orgullo herido, su ego doblegado tratando de
erguirse, y el otro lado tenía el olor a su perfume, el aroma que evocaba su
cuerpo tibio sujetado a su espalda. Simplemente, no podía odiarla, no quería
hacerlo, la amaba y eso no le permitía vivir. Si hubiera podido olvidarla y
arrancarla de su ser como quien cambia de ropa, pero le era imposible, no
podía, ella estaba debajo de su piel, metida en su cabeza, en lo profundo de su
corazón, más allá de lo que nadie estuvo jamás.
Tenía un par de formulas para no pensar en ella, algunas
veces funcionaban, al menos eran espacios de tiempo largos, y era lo mejor que
tenía; uno era la lectura, devoraba libros tan rápido como podía, no era muy
difícil ya que siempre le gusto ese hábito. Otro, era la música aun que no
funcionaba tan bien, a veces tenía el efecto contrario, terminaba volando en
alguna galaxia imaginaria en un mundo paralelo donde los astros se movían a su
favor y por un instante podía tenerla en sus brazos como antes, marearse con su
aroma recorriendo su cuello con sus labios, hurgando con su boca aquellos
lugares prohibidos, teniéndola con el amor, la libertad y el deseo que nunca
dejaron de sentir, pese a todos los obstáculos. Si pues, la música podía
alejarla pero a veces la acercaba tanto que podía sentirla respirando a su
lado.
Descendió del avión, preocupado de no toparse con algún
fotógrafo indiscreto, o algún admirador escandaloso, su gorra de la buena
suerte y aquellas gafas oscuras le jugaron bien esta vez. Subió al auto que
estaba esperándolo, dejó al chofer en el driving car, y se fue conduciendo
solo, tal como se lo pidió Wein. Aún se preguntaba ¿qué estaba haciendo? ¿Qué
hacía ahí? ¿Por qué accedió a tan absurdo viaje? no lograba aceptar en su
cabeza que en el fondo, muy a su pesar, tenía la esperanza de acabar con esta
historia, de ponerle fin a tan larga agonía, que ya era tiempo de parar y pasar
la página. A lo mejor, este viaje permitiría todo eso. Nunca en sus más
absurdas alucinaciones se le pasó por la cabeza lo que ocurriría.
Cap. 6.
Después de un par de horas conduciendo, viendo por la
ventanilla, apreciando aquel lugar, sintiendo la soledad, haciéndose pequeño
frente a tanta inmensidad, pensaba, era tan diferente aquella autopista, tenía
un encanto peculiar, a caso era el sentimiento que había estado evitando hacía
tanto tiempo, parecía no darse cuenta, la ansiedad lo estaba consumiendo
silenciosamente. Dentro de poco la tendría al frente, podría verla después de
todo, oiría su voz y sabría de una vez por todas si podría enterrar el pasado y
continuar con su vida. Cuando vio el cartel que anunciaba que sólo faltaban 15
millas para llegar, sintió que su pecho apretaba y no dejaba pasar el oxigeno y
subía por sus venas ese calor sofocante, pese a que afuera el clima era
bastante agradable, el fuego quemaba sus sienes hasta casi nublarle la visión,
la ráfaga de adrenalina producía que sostuviese el timón del auto al punto de
petrificarle las manos.
Tuvo que hacer una parada, debía tomar algo para
relajarse, no podía seguir conduciendo de esa manera, le preocupara provocar un
accidente y morir, aun que más le preocupaba no poder verla antes. Con cada
hora que pasaba, su exaltación crecía, bebía con desesperación de la botella,
el agua lo calmaba y enfriaba sus pensamientos, relajaba sus latidos y sentía
como el frío recorría su garganta, lo hacía sentir mejor.
Recordó aquellos días, cuando bebía sólo soda y cerveza,
no era capaz de ingerir agua sola o sin gas, jamás hubiera podido pensar, que
aquella niña lo cambiaría tanto, y lo cambiaría tan suavemente y con tal
sutileza que hacía pensar que él tomaba las decisiones por sí mismo y no por la
influencia que ella ejercía en él. Y así como cambio sus hábitos de bebida,
cambió algunos otros. Aprendió a comer un poco más sano, sólo un poco, hacer ejercicio,
algo impensable si no la hubiera conocido. Encontró que no era necesario
trasnocharse todos los días y que podía levantarse temprano para hacer deporte
si se lo proponía. Lo sorprendente era que él amaba todos esos cambios, la
rutinas nuevas, su nueva vida era maravillosa, el haberla tenido con él fue lo
mejor que pudo haberle pasado, llego a su vida en el momento indicado, el
instante justo, y se instaló ahí demasiado fácil. Y es que cuando se conocieron
ella aún tenía novio, pero eso no fue impedimento para que él se fijara en
ella, tenía los ojos puestos en ella desde que la conoció, aun que guardaba perfil
bajo claro, era agradable con ella, unas veces disimulando otras indiferente,
en su caso no era difícil, tenía un gran talento, su buen sentido del humor,
tras el cual podía ocultar lo mucho que ella lo atraía, aunque a veces era
bastante obvio, hacía lo mejor que podía. Y eso fue hasta que notó ciertos
detalles que lo dejaban aturdido y confundido… “voltio hacia acá, me miro, me
tomo del brazo, me sonrió” ¿esta coqueteando con migo?... pensaba. Lo que
más disfrutaba eran las largas horas de ensayo que usaban de pretexto para
estar juntos y solos, aquellas escenas que los dejaban exhaustos y las
escenas de acción eran tan excitantes, sobre todo cuando perdía la línea y se
desconcentraba, y a repetir todo nuevamente las carcajadas no se hacían
esperar, buscar un rincón para conversar a solas y disimular cuando
alguien los pillaba, siempre había mucha gente alrededor, cuando se quedaban
solos, era tan divertido, se gustaban y ninguno de los dos lo negaba, pero
tampoco lo confirmaban, cuando eran un par de desconocidos y tenían el mundo
por delante y la libertad necesaria para escaparse, la pasaban tan bien, que
lejanos parecían esos días ahora. Disfrutaban cada una de las locaciones a
donde tenían que ir a filmar y aunque quedaban molidos de cansancio siempre
había algún lugar nocturno que conocer y el grupo sabía cómo divertirse. El ya
no podía negar que estaba prendado de su personalidad y de su sonrisa, ella
cada vez era más evidente que sentía algo por él.
Por eso, el día que se enteró que tenía problemas con su
novio, sonrió de manera muy discreta y trato de disimular su alegría, hubiera
sido diferente si ella hubiera mostrado alguna señal de tristeza o nostalgia,
pero no era así, por el contrario ella estaba tranquila, igual de carismática
que siempre, ella nunca necesito un paño de lágrimas para reponerse. Cuando supo que rompieron, Rob no necesitó averiguar
los motivos, él sabía que tenía algo que ver, sin embargo tenían varios otros
motivos. Así que en ningún momento se sintió culpable ni mucho menos, nunca la
tuvo a manera de trofeo, pero si antes no podía demostrar lo mucho que le
gustaba ella, ahora ya no tenía ninguna razón para ocultarlo.
Que delicioso era tenerla a su lado, con el desenfreno de
lo nuevo y con toda la pasión intacta. Las escenas corrían una a una y
disfrutaban cada una de ellas, para entonces ya todos en el plató lo sabían,
hacían poco por ocultarse, eran una pareja a voces sin ningún título oficial.
La magia que los envolvía también los protegía de cualquier maldad, los medios
podían especular todo lo que querían, ellos habían descubierto que entre menos
dijesen, era mejor. Dejar al público con la duda era infantil, pero nada podía
obligarlos a contar su historia y no lo hicieron jamás y esa fórmula es la que
usaron siempre hasta el final. En esos días también se dieron cuenta que eran
blanco de envidias y celos, así que tuvieron que aprender a manejarlo, y lo
hicieron bien.
Esos tres años de relación trazó en sus vidas una línea,
un antes y un después, tan marcada que no era difícil darse cuenta, para él la
línea era ella. Lo marco de tal modo que casi hizo desaparecer el antes; y el
después se resistía a llegar. Ahora sólo quería terminar esa historia y
sentirse mejor.
Sabía que solo podría sentirse mejor, cuando todo esto se
acabara. Necesitaba un final, apagar toda esperanza y dejar que el pasado se
apoderé de esa historia, dejar esa habitación vacía ¿Por qué no podía ser como
en el cine? la palabra “Fin” al final de la función, se encienden las luces y
abandonas el teatro. Qué ironía, su vida entera quiso ser artista y ahora su
vida se había vuelto una película que no tenía cuando acabar. Este era el
único motivo que lo hacía seguir conduciendo por aquella carretera, en
más de una ocasión pensó en dar media vuelta y regresar a casa, diciéndose a si
mismo… qué sentido tiene, ya para que, soy un estúpido… y… si ella ya
está con otro… bueno, sea como sea, tengo que comprobar que este es el final
después de todo. Matar la última esperanza antes de continuar con mi vida. A la
mierda.
Cap. 7.
No recuerda bien por que cambió su conducta, no tenía
claro que paso y porque carajo la maltrato de esa manera, volver con ella
después del escándalo ¿para qué? ¿Para hacerla sufrir así? Cobrarle la
cuenta, por venganza quizá, estaba enfermo de celos y no quería reconocerlo,
pero estaba enfermo de verdad, para hacerla creer que estaba divirtiéndose con
amigos cuando eso no era más que una farsa. Decir que tenía un cumpleaños inexistente
y no pedirle que lo acompañara. Inventaba cada patraña solamente para
torturarla. Y cuando tenía delirios de detective, cuando se dedicaba a seguir
sus pasos a donde sea que iba, olía su ropa, revisaba su agenda, su bolsa,
validaba sus horarios, sus reuniones, sus citas, sus correos, todo no hacía más
que reafirmar la gran inseguridad que tenía en su cabeza. Ya no le tenía
confianza, y ahí estaba el punto débil de toda la historia. El meterla a su
cama cuando él quería y a la hora que él quería, saciarse de ella, calmar su
sed de poseerla, para luego vestirse y salir sin decirle nada, hacerla esperar
por horas y llegar tarde como si nada, llevarla a reuniones, ser cariñoso en
público para luego en el auto a solas ignorarla y revisar su celular para
evitar hablarle, hizo cosas que nunca antes había hecho con una chica, era
cruel. A veces la escuchaba hablando por teléfono y sin la más mínima
delicadeza la interrogaba al punto de ser ofensivo, iniciar discusiones y
peleas hasta hacerla llorar era la única manera de calmar su rabia.
Definitivamente, necesitaba ayuda urgente.
El primer paso fue importante, aceptar la ayuda de un
especialista. Y vaya que hizo bien, lo ayudo en aspectos que nunca creyó
cambiar, controlar la idea que ella ya no le pertenecía y aceptar que debía
dejarla ir, separarse de ella y resignarse a no volver a verla, fue la parte
más difícil realmente, y aún estaba trabajando en ello. El Doc. le preguntó
“¿que necesitas para cerrar esa etapa?” Rob, no lo sabía con exactitud, pero
debía hallar la respuesta sino quería volverse loco.
Había algo que no había podido hacer, borrar el último
mensaje que Kris le dejó en su celular, a veces le gustaba escuchar su voz, a
veces le gustaba torturarse con el contenido, pero escucharlo siempre dolía.
Aún recuerda ese día, cuando volvió a casa y vio todo lo que ella había
preparado para él, al ver que se había ido, se sintió un miserable… ya hablaré
con ella a mi regreso de Nueva York, pensó. Pero nunca más hablaron, sólo quedó
el mensaje de voz. Pensaba que el día que dejara de dolerle sería la señal que
se había curado. Las cesiones con su psicoanalista habían dado algunos frutos,
sentía que podía lograrlo, habían días difíciles otros no lo eran tanto. Fue
por esos días cuando recibió la llamada de Wein…
- ¡estas de mente! no quiero
saber nada de ella, si se fue sus motivos tendría, no quiso contestar mis
llamadas y mis mensajes, después de haberla aceptado nuevamente y haberle dado
una oportunidad, me dejó, sin más ni más, me abandonó sin dar ninguna
explicación.
- ¿Explicación, que
explicación? Si eso era lo que querías, que se fuera, por eso la ignorabas y la
dejaste de lado, porque no soportabas verla y pensar en lo que te hizo, con
quien lo hizo, como lo hizo, esa es la verdad, fuiste tú el que provocó todo,
ella no se fue, huyó de ti. Créeme, tienes que ir a verla y cerrar esta
historia de una buena vez.
- Olvídalo, no lo haré. No estoy
listo para enfrentarla.
- Está bien, es tu decisión, sólo te
digo que cuando estés listo, será demasiado tarde.
El jueves por la noche, rumiando su rabia se decía a si
mismo… “tarde” ¿tarde para qué? Maldición… espero valga la pena este
viaje, ya es hora de acabar con esto de una vez… la imaginaba en su
mente… mientras preparaba su maleta… sé que me arrepentiré después.
Cap. 8.
Revisó el mapa una vez más para asegurarse que estaba en
el camino correcto y se convenció cuando encontró la gasolinera que tenía el
letrero con el sombrero gigante y una pluma de costado, era muy pintoresco, tal
como lo describió Wein. Aprovecho para echar combustible y comprar otra botella
de agua sin gas y cigarrillos, prometió dejarlos pero la ocasión bien lo
ameritaba. Casi tropezó con un par de niños que corrían jugando como
desquiciados en la entrada del Marquet, era extraño andar así por ahí, sin
tener que ocultarse demasiado. Era casi medio día pero hacía frío, debía
mantener las manos dentro de los bolsillos si quería calentarse los dedos, la
barba le protegía las mejillas pero sus labios estaban resecos a punto de
cuartearse. Miro a los lados y volvió a su auto. Se sentía realmente agotado
sin embargo condujo por un par de horas más…
La entrada era un poco extraña, no contaba con ningún
tipo de control de seguridad, ni caseta, era una puerta con rejas de metal,
rodeada por un muro salido que parecía del siglo pasado, un simple
cerrojo sin nadie que lo atendiera, no tuvo más remedio que bajar de su auto
para abrir la puerta y luego de ingresar y volver a cerrar la reja.
La casona estaba lo bastante alejada de la entrada como
para persuadir a cualquier visitante, no era ni más ni menos lujosa que
cualquier otra residencia del lugar, tenía un aspecto algo descuidado, nada que
una mano de pintura no pudiera remediar. Llegó hasta el porche y se
estacionó, demoró en salir del coche, los sentimientos encontrados lo
hicieron vacilar unos minutos, nervios, temor, odio, no por ella, por él,
porque todavía sentía por ella la misma emoción de siempre. Camino hasta la
puerta, cuando iba a tocar el timbre, se dio cuenta que la puerta estaba
abierta y no había nadie, así que la empujó y entró. Todo tenía aspecto muy
sencillo, los muebles eran bastante comunes, sin estilo definido, sin
personalidad y sin ninguna pretensión. Estaba a punto de preguntar ¿hay alguien
ahí? Pero escuchó una voz que venía del fondo, era de la cocina, camino sin ser
visto y con forme se fue acercando, reconoció la voz de Kris y se detuvo en
seco, escucho su risa y avanzó lentamente hasta quedar cerca al marco de la
puerta cuando se dio cuenta que hablaba con alguien…
- Estas zarzamoras se ven sabrosas, creo que están
perfectas para un pie ¿te provoca? lo preparare con poca azúcar para ti, te
encantará… ¿no has probado las zarzamoras? Pues no sabes de lo que te
pierdes, ahora las probarás. Cuando yo era pequeña me encantaban, estoy
segura que a ti también te gustara mi amor. Sólo déjame encontrar el molde,
creo que lo dejé por aquí la última vez…. Si, ya sé, no soy muy ordenada, no es
mi punto fuerte… espero que contigo aprenda… jajaja.
Rob se quedo de pie tratando de entender que estaba
pasando ¿a caso se había vuelto loca? Primero dio un vistazo a la cocina
escaneando el lugar de esquina a esquina con la mirada… Ella estaba de
espaldas, trabajando en un mesón que daba a una ventana que miraba a un patio
interior, llevaba puesto un delantal muy gracioso y el cabello amarrado en una
cola, observó que estaba sola... al cerciorarse que no había nadie más en la
gran habitación preguntó… - ¿Con quién hablas?
Ella dio un salto de pánico para luego quedar petrificada
casi en estado de shock, dio la vuelta quedando con los brazos extendidos hacia
atrás sosteniéndose de la mesa, lo vio y dijo tartamudeando… -¿Qué haces
aquí?
Pero el que entro en shock fue el, no podía hablar,
tampoco podía despegar los ojos de su abultado vientre, sentía que le habían
pegado en la nuca con un bate de beisbol, no podía asimilar lo que estaba
pasando y ella tampoco. Pestaño varias veces y hasta balbuceando pudo
pronunciar la pregunta más obvia en ese momento… - ¿Estas embarazada?
Si, lo estaba. Era claro que había huido de L.A. fue la
decisión más difícil que jamás tuvo que tomar, pero no estaba dispuesta a ser
infeliz el resto de su vida y hacer infeliz al hombre que más había amado. No
era justo para ninguno de los tres. Había calculado las cosas con mucha
frialdad, pensaba que si le daba tiempo al tiempo, el amor se enfriaría, las
heridas cerrarían, el odio desaparecería y cuando el veneno de la infidelidad
ya no pudiera hacerles daño, cuando ya no tuvieran nada que reclamarse, ella le
diría lo sucedido, con la calma que dejan los buenos recuerdos, le contaría que
tuvo a su bebe y le presentaría a su hijo, sin dramas ni escándalos, dejando de
lado el pasado y viendo con alegría el futuro de aquel niño; así ya no habría
lugar a ninguna reconciliación y todo sería más fácil. Con lo que no contaba
era que él la encontrara tan pronto…
- ¿Qué haces aquí… como llegaste hasta acá, como me
encontraste? Increpó tratando de ponerle fuerza a su voz apagada y conteniendo
el aliento…
Tenía un nudo en la garganta que todavía no le
permitía articular palabras, sentía que el techo de esa casa le caía en la
cabeza y un hoyo en la tierra lo tragaba en ese momento, si es así como
se revela la culpa, él la sentía como un saco de plomo. La ráfaga de recuerdos
fue llegando a su cerebro en efecto dominó y cada ficha tenia impresa una señal
de amor tan clara para él en ese momento, que no se explica cómo no la vio
antes.
Sus ojos abiertos como un par de platos se asombraban con
cada imagen en su cabeza, como que estuviera leyendo un libro de secretos y
cada uno más sorprendente que el anterior. Un rayo de negación quiso nublar su
razón, esto no puede estar pasándome, hasta que de pronto un aire de ternura lo
invadió desde el pecho hasta desbordarse por ojos, cuando se dio cuenta ya
podía balbucear otra vez…
- ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Pretendías ocultármelo,
por qué?
El tambor de preguntas se quedaba en el pecho, sin poder
salir por sus cuerdas vocales, ¿voy a ser papá y no me lo dijiste? ¿Qué pasó? ¿Porque
te fuiste? ¿Porque me dejaste? ¿Quien más lo sabe? mientras ella se quedo
mirándolo, torciendo y mordiendo sus labios, con ese signo de interrogación en
los ojos, cruzando los brazos cubriendo su estomago. Él avanzó un par de pasos
hacia donde ella estaba, como si sus pies pesaran media tonelada cada uno, pero
ella retrocedió. Él le buscó los ojos tratando de encontrar la respuesta a
tantas dudas, pero no quería asustarla o que saliera huyendo nuevamente.
- Kris, vas a ser mamá. Lo dijo en tono cálido esta vez.
Ella hizo un gesto que podía haber sido una sonrisa pero quizá más parecía una
mueca, mientras veía como todos sus planes se venían abajo, se encogió de
hombros y señalo su panza con la mirada mientras se limpiaba las mejillas con
las manos, luego de una larga pausa le contesto… - Traté de decírtelo, lo
juro…
El avanzo muy lentamente poco a poco hasta ponerse frente
a ella, le paso el dorso de su mano por su mejilla y le preguntó con el alma
ahogada ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?… esta vez ella no
retrocedió.
De un momento a otro la tormenta paro, la tempestad
que los había azotado sin descanso durante tanto tiempo, se detuvo y los dejó
en paz, no brillaba él sol pero la calma se podía sentir en el aire que
respiraban y ellos pudieron mirarse el uno al otro a los ojos como antes, como
siempre, el movimiento natural fue tomarse las manos, él las tenía heladas al
contrario de ella quien las tenia tibias y luego se rodearon en un abrazo
suave, sus corazones descansaron por fin en un solo latido, así se
mantuvieron por un rato y de pronto ella le susurró, pidiéndole muy despacito…
-“quiero quedarme aquí…”, él no tenía idea de que iban hacer, ella menos, pero
ninguno de los dos podrían separarse jamás, no querían pensar en nada en ese
momento, tenían la vida por delante para tomar decisiones, para hacer planes,
para crecer y equivocarse y volver a intentar, estaban juntos y era lo que
habían querido desde siempre.
El beso que le dio en la frente desprendió el último
vestigio de resentimiento, cayeron como hojas en otoño cada una de las penas y
rencor de sus corazones, despojando sus corazones de la culpa y dejando que el
amor y la esperanza los invada y permitirse iniciar juntos otra vez una nueva
historia…
He leído con mucha emosión , me ha gustado mucho, eres una excelente escritora, y te felicito, lo que pienso es que todos somos personas con defectos y virtudes, y que no tenemos ningún derecho de juzgar vidas ajenas. Lo único que les deseo a Rob y Kris es que sean felices.
ResponderEliminarexcelente! !!!!quiero massssss.
ResponderEliminarMe encantó, muy linda historia y cargada de emociones,describe todo como si fuese real..Quizá un poco fue así y Rob se dió cuenta que no puede vivir sin Kris. Ellos se aman a pesar de todo y espero sean felices x siempre!! Soy Andrea (Argentina).
ResponderEliminarGracias chicas por sus comentarios, imagino que las personas no son buenas o malas solo son humanos con buenos sentimientos y tentados a cometer errores todo el tiempo, la vida es complicada pero a veces no lo es tanto, depende el cristal con que se mira.
ResponderEliminarDiana Z
bueno me gusto mucho escribes super y pienso que las cosas pueden haber sucedido casi igual... despues de todo la vida no es color de rosa y cada error trae consecuencia. lo importante es el respeto y el amor
ResponderEliminarHermoso, sin palabras...
ResponderEliminarMe encantó va a continuar por favor.
ResponderEliminar